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Julio 2017

BABY DRIVER

Baby es un joven que utiliza la música para coreografiar todos sus movimientos, especialmente cuando huye de la policía, ya que trabaja como conductor para atracadores de bancos. Las maniobras que realiza al volante están perfectamente sincronizadas con las canciones que va escuchando, este recurso ayuda al espectador a meterse por completo en la mente del protagonista y ver el mundo a su manera.

El director, Edgar Wright, es muy reconocido por su trabajo en comedias como Zombies Party, Arma Fatal o Scott Pilgrim contra el mundo. Como en un baile, cada movimiento de sus personajes está perfectamente marcado para formar parte de un conjunto. Este director inglés es un apasionado de los videojuegos, el cine de acción y la música. Estos elementos definen a la perfección a los protagonistas de sus filmes que acaban siendo conducidos como si fueran figuras hechas de pixeles, dentro de una máquina recreativa, que Wright maneja a su antojo.

Cuando se pararon a decidir qué automóviles usarían, Wright tenía claro que no quería coches caros o tuneados, sino que fuesen prácticos a la hora de un robo. Se buscaba que las escenas fueran grandiosas pero al mismo tiempo realistas. Y todo dominado por el elemento principal: la música.

Baby Driver, dentro de películas de esta vertiente, resulta más seria que fantasmadas como la saga de Fast & Furious pero no alcanza la profundidad de maravillas como Drive. De hecho tiene bastantes similitudes con ésta: el chico noble que se enamora de la chica de turno, pero acosado por un ambiente mafioso y los numerosos sociópatas que lo forman. Entre estos elementos criminales destacan unos secundarios de lujo como Kevin Spacey, Jon Hamm o Jamie Fox. Tiene previsto su estreno en España el 7 de julio.

El principal punto fuerte de Baby Driver es la vez su mayor debilidad: el estilo de Wright nos da una película con elementos tan perfectamente colocados que resulta en una delicia para los sentidos (especialmente para aquellos cinéfilos amantes de los videojuegos como el propio director), pero de una manera tan artificial que resulta difícil tomársela en serio. A esto último contribuyen unos personajes estereotipados y exagerados (algo también habitual en la filmografía de Wright). Recomendable sobre todo para los que busquen puro entretenimiento.

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