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Junio 2016

HOMENAJE A CARLOS TRILLO

Carlos Trillo (1943-2011) nacido en Argentina, era uno de los grandes del cómic junto a sus compatriotas: H.G. Oesterheld (Mort Cinder, El Eternauta) o Ricardo Barreiro (El instituto, Slot Barr). En sus inicios redactó programas de radio, spots comerciales para agencias de publicidad y productoras de cine, hizo entrevistas para medios gráficos y todo esto le serviría como experiencia para lo que se convertiría en su especialidad: contar historias y además dentro del cómic. En sus propias palabras "de todos los sitios donde pude ponerme el que mejor me va es la historieta, que no lidia con costos de producción importantes ni con grandes inversores que, como son los que ponen la pasta, se sienten con derecho a modificar tu trabajo todo el tiempo en aras del marketing y las (presuntas, siempre presuntas) apetencias del público consumidor".

Contó para sus guiones con artistas de la talla de Horacio Altuna o Alberto Breccia. Sus obras se caracterizaron siempre por su humanidad, sus personajes eran un reflejo de todo lo bueno y lo malo de las personas, sufrimiento, felicidad, egoísmo, desesperación, amor.....Destaca en su obra Yo, Vampiro, donde un niño transformado en no muerto, acababa encontrando una familia en el mundo moderno, después de miles de años de enfrentamientos y pesar. Un ser sabio, poderoso y, sin embargo, en el fondo siempre un niño al que le fue negado la posibilidad de crecer, de amar y ser amado.

Uno de sus últimos trabajos fue: La herencia del coronel, donde el hijo de un militar malvive con las diferentes filias sexuales que le dejó en legado su padre y obsesionado con las muñecas, a través de las cuales proyecta los fantasmas del pasado, que le hablan a su trastornada mente. Las muñecas (o las maldiciones en el caso de Yo, Vampiro) resultan ser una metáfora para mostrar al eterno niño, la edad adulta (como diría Jiro Taniguchi en Barrio Lejano) no es más que un freno, un obstáculo. Al final el pasado demuestra ser tan importante como el presente y determinante en el futuro.

Lo maravilloso de este guionista argentino era la facilidad con que la que siempre compuso sus criaturas, el elenco de seres que han poblado sus obras parecía haber existido siempre y no sólo como fruto de su mente. Sus personalidades, motivaciones, traumas y anhelos eran únicos y, al mismo tiempo, universales. Siempre había una catarsis, sus creaciones pasaban por todo tipo de penalidades y alegrías, pero siempre con un propósito, un destino final, el cual nosotros lectores compartíamos en peregrinación gracias a este moderno demiurgo que no era otro que el propio Trillo.

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