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Enero 2019

EL EXORCISTA

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El libro fue lanzado a la fama por la película de 1973. El propio autor, William Peter Blatty (1928-2017), se ocupó de la adaptación del guion para la gran pantalla, e hizo un trabajo magnífico. El filme es muy fiel a la obra original, pero sabiendo centrarse en una historia lineal, con un excelente ritmo visual. Como es común, la novela profundiza más en los personajes: la madre de la niña, los sacerdotes y sobre todo el policía (el teniente Kinderman) cuentan con numerosos diálogos internos. Blatty se caracteriza por ahondar en las personalidades de sus personajes, de forma tan intensa como en el propio misterio que rodea la trama.

 

Numerosas reflexiones sobre religión, muerte, justicia o amor se repiten de forma constante, hasta el punto de poder apartar ciertas páginas y hacer con ellas un ensayo filosófico. No es de extrañar, ya que el autor fue un hombre de amplio bagaje, habiendo trabajado en un Departamento de Guerra Psicólogica en Washington.

También conocemos más a fondo a uno de los protagonistas más carismáticos, que apenas tiene relevancia en el largometraje: el mencionado Kinderman, un hombre extremadamente astuto, que se esconde bajo de la fachada de alguien simplón, para que los sospechosos bajen sus defensas. 

En la película se da como cierta la posesión para el espectador desde el principio, pero en la novela hay un dilema para el lector: el misterio no está tanto en torno al propio exorcismo y la batalla contra el mal, sino en demostrar que realmente hay demonios de por medio. La mayor parte del tiempo, se argumenta que casi todos los síntomas de la niña pueden ser explicados de forma científica, aludiendo a numerosos casos médicos donde los pacientes demostraban habilidades como telepatía o telequinesis. Blatty despliega una enorme documentación sobre cómo el cerebro puede sobrepasar de forma asombrosa los límites que creemos establecidos.

El Exorcista tuvo una continuación: Legión, donde el protagonista absoluto es Kinderman, investigando una serie de asesinatos, con una pauta que corresponde a un asesino en serie que se suponía fallecido. Desafortunadamente, en esta secuela los monólogos internos acaban convirtiéndose en divagaciones interminables, hasta el punto de hacer pesada la lectura. A pesar de su talento narrativo, Blatty no sabe en esta ocasión mantener el equilibrio entre las reflexiones de los personajes y la propia trama. En cambió la traslación a cine titulada como El Exorcista III (de la cual él mismo fue director) resultó en un thriller sobrenatural magnífico, que supera con creces al libro.

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