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Julio 2016

LOS TRES MOSQUETEROS (1948)

Esta película de 1948 cuenta con un impresionante reparto: un alegre e ingenuo Gene Kelly, un atormentado y borrachín Van Heflin, un ladino Vincent Price y una traicionera Lana Turner. Todos brillan con luz propia.

 

George Sidney, el director, sabe transmitir una inmensa energía a las escenas de lucha (años más tarde volvería al género de capa y espada con la maravillosa Scaramouche). Impresionantes e inigualables son las coreografías de Gene Kelly como D`Artagnan. Uno de los grandes bailarines de Hollywood (fue protagonista de Cantando bajo la lluvia). Su enorme agilidad y destreza se combinan en perfecta simbiosis con su interpretación, un jovenzuelo dispuesto a comerse el mundo. Aunque por aquel entonces Gene Kelly, a pesar de su excelente forma física, ya estaba muy talludito, con 36 años, como para aparentar ser un aprendiz de mosquetero. Athos, encarnado por un fantástico Van Heflin, es todo lo contrario, cínico, mucho más sabio y experto, siempre vaciando su jarra para llenar con vino su espíritu apesadumbrado. Pero, por mucho que lo desee, no puede evitar a D`Artagnan el dolor. Athos no es sino un reflejo futuro del joven gascón.

Esta pareja principal, junto al resto ya mencionado, abarca una variedad de personajes que logra representar la gran partida de ajedrez que es la vida para seres como Richeliu o Lady de Winter (en respectivos disfraces tan deliciosamente diabólicos como opuestos: hombre de dios y seductora), la fidelidad y amistad para los mosqueteros o la lucha entre amor y deber para gente como el duque y la reina. 

Destacar el gran cuidado del ritmo, la historia, la acción, que dejan en pañales a muchas cintas modernas, más preocupadas en crear espectáculos que se engullen sin llegar a saborear, donde todo se pretende hacer más fuerte, más rápido pero olvidando muchas veces la calidad del propio filme. Y eso sin mencionar las interpretaciones, carentes de personalidad, eminentemente visuales, más propias de un videoclip. 

Los tres mosqueteros, de George Sidney, nos devuelve a una época dorada del cine donde la fama, el físico y las campañas de publicidad solían ir acompañadas de talento y mucho trabajo. E incluso se podía llegar a ser un actor/actriz de reconocido prestigio y caché sin estar en las listas de los grandes guapos de Hollywood. Edward G Robinson o Bette Davis (dos de mis favoritos) serían ejemplo de ello junto al ya mencionado Van Heflin, cuya carrera se concentró en duro trabajo y sólidos personajes. No voy a negar que la apariencia también importaba mucho en aquella época pero la belleza de las estrellas estaba unida a una gran actuación. Hoy en día todo se reduce a puro físico, y más sexual que otra cosa, carente de todo magnetismo o atractivo. Una película de aventuras de tono agridulce: desenfadada, divertida y al mismo tiempo oscura y trágica. Me quedo con la frase de Athos (Van Heflin) cuando se dirige Lady de Winter (Lana Turner) "te quiero como quiero a las guerras, como quiero a las borracheras, como todo hombre quiere aquello que es nefasto para él".

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