Julio 2017
THE SHIELD
Si hay un caso de injusticia es el que se ha cometido con The Shield (2002-2008), que nunca llegó a obtener en España el reconocimiento que se merece. Actualmente se genera una gran expectación con todo el material televisivo que llega de Estados Unidos, pero en 2002, si no había una gran campaña de publicidad detrás, nadie prestaba atención a una serie desconocida. Es lo que ocurrió con The Shield, que lamentablemente fue relegada a la franja de madrugada.
Michael Chiklis (Vic Mackey) es un ejemplo de actor maduro con una capacidad para darle fuerza a su personaje que consigue asustar y magnetizar a un mismo tiempo. Casos parecidos son los de intérpretes como James Gandolfini en Los Soprano o Robert Knepper como “T-Bag” en Prison Break. Profesionales completamente desconocidos para el gran público, que han aprovechado su ocasión de oro en la televisión.
En el apartado técnico The Shield utiliza de manera bastante acertada la cámara en mano en persecuciones a pie, mucho grano, o una fotografía sucia que combina con otros estilos. Ejemplo de ello es el final de un capítulo en el que, desde el punto de vista de Vic, vemos en un giro de 360º grados toda la comisaría y el micro universo que impera allí.
"Recordemos de dónde viene el dinero armenio: Drogas, prostitución, atracos... no se lo han ganado, así que no me importa quedarme con él". Vic Mackey
Es una serie fuerte, rápida, con un notable desarrollo entre capítulos. Cada acción tendrá sus consecuencias, llegando a su respectivo clímax en cada temporada. De esta manera se evitan técnicas tramposas como las utilizadas en Perdidos: alargar hasta el infinito los misterios, sin explicar prácticamente nada, e incluso generar nuevas incógnitas que provienen, no de un auténtico esfuerzo de guión, sino de sucesos paranormales y rarezas. Cuando no recurrían a fantasmas o brumas negras, los guionistas mezclaban a los protagonistas en flashbacks o creaban vínculos familiares propios de un culebrón venezolano.
Se la podría considerar la predecesora de Canción Triste de Hill Street (1981-1987), la primera en mostrar los problemas de los policías de una forma trascendente y realista (más allá de su espacio de trabajo), y en dotarles de una profunda caracterización de la que carecían otros personajes completamente planos, de series coetáneas como Starky y Hutch. Quizás hoy parezca algo de lo más normal, pero lo cierto es que rompió moldes en su época. Su estilo era como la música, próxima al blues que caracterizaba a la serie: triste y pegadiza a la vez.
The Shield resulta tan adictiva como el propio crack que venden los camellos en las esquinas de Farmington (distrito imaginario donde transcurre la acción). Cada capítulo es una descarga de adrenalina que, a pesar de dejarte saciado, te hará desear mucho más transcurrido el momento de euforia. Vic no duda en emplear la extorsión, el robo o el asesinato para hacerse con la suya. A pesar de todo, consigue nuestra simpatía, limpiar las calles y escapar de todas las encerronas. Y al final, acabamos al borde del infarto, como si fuéramos nosotros los que estuviésemos en un interrogatorio de asuntos internos y no el protagonista.